miércoles, 31 de octubre de 2012

Memorias de Archivo, 1: Los anticuarios.

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Inés Plasencia

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El archivo es, para quien lo consulta y así, generalizando, una sensación; una sensación particular de enormidad a la que últimamente me refiero como “mi mastodonte”. Los archivos son un lugar que supera a la propia capacidad de imaginar, un lugar en el que uno finalmente se cerciora de que de todo hemos ido dejando pruebas, ante las cuales, a menudo, yo me pregunto si no son tal vez demasiadas. Todavía me ocurre que salgo de los archivos (a los que acudo en busca de fotografías de Guinea Ecuatorial anteriores a 1950) con la sensación de saber menos que al entrar y con una libreta llena de frases inconclusas y de pistas que se pierden entre tantas imágenes. Pero no, las pruebas no pueden nunca ser demasiadas. Es sólo que entre ellas falta algo: esa famosa brecha sobre la que sentarse a trabajar.

domingo, 14 de octubre de 2012

Olmo González y la mayoría absoluta.

POR PALOMITAS EN LOS OJOS

(Fotografía de Olmo González: todas las fotos de Olmo González excepto las indicadas)
Hace un par de semanas empecé un nuevo curro como guía turística y una tarde que tenía que darme una vuelta para poder repasar mis apuntes “a su derecha pueden ver…”  me ocurrió un incidente que en cierto modo puede servir para introducir la increíble e impactante obra de Olmo González y que empezaba de la manera más banal: bajando por la calle Atocha me tropecé con un grupo de turistas que enfocaban sus cámaras hacia el Paseo del Prado y como desde mi perspectiva me era imposible ver cuál era el objetivo de ese compacto grupo de iphones, smart phones y demás óculos electrónicos aceleré el paso y apreté el culo para descubrir que ocultaba esa esquina pintoresca, “a su izquierda pueden ver…”. Cuál fue mi pasmo al descubrir que estaban grabando un gran despliegue de la guardia municipal (¡¡¡seis corchetes!!!) que incautaban, si esa palabra se puede aplicar a unos gatos, a una camada de felinos que servían como reclamo caritativo de un pobre que yacía tumbado a la puerta de un gran hotel con la misma posición el Cristo de Andrea Mantegna.