POR WALTER BUSCARINI
Cuando, desde la ensoñación cybernética de mi
escritorio de Benicalap, redactaba el proyecto radiofónico que me ha traído
hasta la frontera colombo-ecuatoriana, me inquietaba pensar que, como parte del
trabajo, tendría que intervenir en algunas emisoras comunitarias. Me asaltaban
las dudas: cómo sería el primer día, quién sería el técnico, si me temblaría la
voz, si me quedaría en blanco, si funcionaría el micrófono. Nunca se me ocurrió
pensar en un hacha.
Pienso en ello ahora que, como primera experiencia radiofónica, colaboro en la tala de un eucalipto de doce metros en medio de un bosque andino. Me encuentro en Santa Rosa, una vereda de casas desperdigadas situada a unos cincuenta kilómetros de la ciudad colombiana de Pasto, en el área de la laguna de La Cocha, intersección hidráulica de la Amazonia, los Andes y el Pacífico. He llegado hasta aquí acompañando a varios miembros de la ADC, una organización que lleva más de treinta años en la capacitación y asesoramiento de comunicadores sociales en comunidades campesinas.